Adviento: tiempo para aprender a esperar

Desde que me casé, la liturgia de encendido de las cuatro velas de la Corona de Adviento es infaltable lugar de encuentro y oración en mi familia, que por ahora tiene tres miembros: dos en la tierra (mi esposa y yo) y uno en el cielo (nuestro hijo que se nos fue a la sexta semana de embarazo y que hoy está donde muchos ya quisiéramos. Lo arrulla la Virgen y le jala la barba a San Pedro).

Han pasado dos semanas desde su inicio y tengo la extraña certeza de que algo en este Adviento es diferente. Nunca había estado tan seguro de que este era -de verdad- un buen tiempo para aprender a esperar. Para alejarse de lo urgente y dedicarse a lo importante, y de paso preguntarme qué es lo importante. Un espacio de serena reflexión y preparación para algo grande. Tiempo de  escucha, acogida y anuncio. Espacio de mucha fe y oración. Terreno de una invensible ilusión que le pide ayuda a Dios para seguir sobreviviendo a pesar de la fragilidad del corazón que la sostiene.

No sé qué pasará al final. Aún el milagro no es patente. Solo sé que este año, como hace más de dos mil calendarios, habrá Navidad en mi vida. Seguiré encendiendo las velas de mi corona con la esperanza de llegar bien preparado al día en el que, por fin, pueda gritar mi corazón: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado»…

1 Responses to Adviento: tiempo para aprender a esperar

  1. Angel Velazquez dice:

    Hola: Me enternece tu comentario del Adviento, y lo admiro por tu gran Fé. Deseo compartir contigo este pensamiento que escribí hace tiempo. Felicidades por tu entereza y que Dios aumente la Esperanza a todos los qe te leemos. Saludos.

    TE DOY ESTE HIJO…

    Te doy este hijo. Él es producto de tu amor.
    Te lo doy, porque sé que tienes la capacidad de amarlo, de guiarlo y de tu mano devolvérmelo cuando haya completado su misión en la vida.
    Te lo doy a ti, porque lo mereces y lo necesitas más a él, que él a ti.
    Te lo doy, porque a través de él, tú podrás madurar y crecer espiritual y humanamente.
    Te lo doy, porque por él sabrás luchar y sortear los obstáculos que como padre o madre se te presenten.
    Porque en sus alegrías tu serás feliz; en sus tristezas lo comprenderás, y su dolor te dolerá, y entonces te acordarás de mí como hoy que lo tienes en tus manos.
    Con él aprenderás a amar, y en él podrás amar sin medida. Tu amor de padre o madre, es un amor humano; no es un amor perfecto como el amor divino, pero si podrás madurar tu capacidad de amor y hacerlo perfectible.
    Con tu amor paternal, comprenderás el amor que te he tenido desde todos los tiempos, y sabrás porque fui capaz de dar la vida por ti.
    Te convencerás que nadie te ama como YO…. tu Padre Eterno; DIOS.
    autor: E. Angel Velázquez Herrera.
    jueves, 27 de julio de 2000

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