Debo reconocer lo siguiente: creí que no iban a sancionar a Marco Arana sino hasta después de las elecciones. Me equivoqué. La Iglesia Católica lo suspendió por desobediente y no a pedido de él.
Sobre Arana pesa hoy una suspensión a divinis que le mueve por completo su estrategia de «pasar por agua tibia» el impedimento que, como sacerdote, tenía (y tiene) para participar en política. Como se recuerda, este señor pretendió confundir a la opinión pública diciendo que no había oposición entre el sacerdocio y su decisión de postular a la presidencia, pues todo se resolvía con una dispensa del ordinario del lugar.
Monseñor Carmelo Martínez Lázaro, Obispo de Cajamarca, ha emitido la suspensión que coloca al sacerdote Arana en la triste situación de no poder celebrar misa ni sacramentos de manera pública. Otra de las consecuencias es que no podrá usar hábito talar (que ni usaba, por esa falsa idea de que si un cura no se viste como tal es más cercano a la gente). Aci-Prensa informó así:
Mons. Martínez señala en la carta que, a pesar de los reiterados pedidos de distanciamiento de la política partidaria y de clarificación de su postura respecto del aborto, el P. Arana ha permanecido en la contumacia.
Luego de esto, ¿Arana podrá ser una opción a la presidencia? No lo creo. Puede postular, si quiere, pero el llamado a disciplina que le hizo la Iglesia no solo lo desprestigia sino que le hace recordar que se hizo sacerdote para siempre.