Tan masiva como poco difundida ha sido la reacción de 3 mil estudiantes de la Universidad Católica Notre Dame por la entrega del Doctorado Honoris Causa en Derecho al presidente de los Estados Unidos Barack Obama.
No exageran. Desde el primer día de su mandato, Obama ha mostrado una actitud anti-vida muy agresiva, restituyendo los fondos gubernamentales para financiar el aborto en el mundo, apoyando la investigación con células madre y tratando a los grupos pro-vida como potenciales terroristas según un reciente informe de la secretaría de defensa de ese país.
Con tal comportamiento, es obvio que ninguna institución de la Iglesia puede reconocer en Obama a un digno receptor de distinsiones. Pero Notre Dame lo ha hecho pese al rechazo mayoritario y la protesta, entre otras, de Mary Anne Glendon, actual Presidenta de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales y Embajadora norteamericana ante la Santa Sede. Glendon rechazó una condecoración que Notre Dame quiso entregarle semanas atrás, en protesta por lo que esta universidad estaba por hacer con el presidente estadounidense.
Y surge una pregunta en medio de todo: ¿constituye esta distinsión una muestra de que Obama es un fenómeno tan fuerte que es capaz de cambiar los paradigmas de los estadounidenses católicos? Todo parece indicar que no por varias cosas.
Una reciente encuesta Gallup, realizada entre el 07 y 10 de mayo, revela que el 51% de norteamericanos se declara a favor de la vida. Esto ocurre por primera vez desde 1995, cuando la firma incluyó esta pregunta en sus sondeos sobre valores y creencias. La opción «pro-choice» o «pro-elección» (eufemismo utilizado para evitar decir pro-muerte) alcanzó el 42%. ¿Cómo puede ocurrir algo así en un país atrapado por la «obamanía»?
En reciente columna, el analista político Martín Tanaka, escribe desde el mismo Notre Dame, lo siguiente:
Si bien en la mayoría de países europeos el desarrollo económico ha ido aparejado de menores niveles de religiosidad (también en los países de A. Latina), esto no ha sucedido en los EEUU, que tiene niveles de participación en actividades religiosas cercanos al promedio latinoamericano.
Uno esperaría que con un presidente demócrata tan popular los valores liberales estuvieran asentándose, pero no parece ser así.
Ergo, la religiosidad de los estadounidenses parece no estar en duda. Tanaka considera que la popularidad de Obama reside en su manejo de la crisis y le otorga algún crédito a la tesis de que la elección del primer presidente negro de los EE.UU. se produjo, básicamente, por el descalabro financiero de George W. Bush.
Por mi parte, aporto un argumento más. Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos estuvieron acompañadas de la votación sobre las uniones homosexuales. En California, el 90% de los electores de raza negra votó por Obama. De ellos, el 70% lo hizo también por la Proposición 8, que buscaba dejar establecido que el matrimonio es la unión entre hombre y mujer, y no entre personas del mismo sexo. Y eso que el estado que gobierna terminator es considerado un «paraíso gay».
Éstas son cosas que debemos dejar pasar sin analizarlas. El fenómeno Obama se afianza en la crisis financiero y se defiende en los medios. En Estados Unidos siguen vigentes los valores religiosos y la mayoría de personas es pro-vida aunque a su presidente no le guste para nada la idea.