La calle, la prensa y el saber

16 septiembre 2009

El mensaje de este afiche es mi llamado a todos aquellos que insisten en ufanarse de que saben más sólo porque les dan datitos

El mensaje de este afiche es mi llamado a todos aquellos que insisten en ufanarse de que saben más sólo porque les dan datitos

Hace tiempo quería escribir sobre este tema, pero no sabía cómo plantearlo.

Ahora mismo no sé muy bien si lo que aquí exprese será correcto o una pachotada monumental, como las cientos que usted, amable lector, puede encontrar en este blog. Sucede que estoy, después de algún tiempo, volviendo a cubrir comisiones callejeras. Si bien el medio que dirijo no depende del día a día informativo, la convención minera hizo que me dé una escapada y comparta el labororioso trabajo de cubrir calle, al menos por unos días.

Pensé que me iba a sentir muy cómodo volviendo a ese periodismo del que tanto aprendí en algún momento de mi vida. No fue del todo así. Y no es que no me guste la calle o que haya perdido la capacidad de ensuciarme los zapatos, que me asuste con un grupo de obreros de construcción civil que avanzan con sus palos en la mano, que meta micro cuando sea necesario o que me aburra de esperar pacientemente la buena gana de un ministro para declarar. Todo lo contrario. Pasó que me chocó demasiado la soberbia con la que algunos periodistas se erigen a sí mismos como tótems del conocimiento absoluto de la realidad, sólo porque alguien les dio algún off de the récord en algún cocktail o en medio de alguna ocasional conversación.

No tengo la menor duda de que la aproximación a la realidad de un periodista que cubre la calle es genuina, enriquecida por el contacto directo con la fuente y el trato cotidiano con realidades complejas. Allí, en el día a día, se conoce de cerca el dolor y la alegría; la muerte y la vida; la corrupción y la gradeza humana. Nada como una buena agresión para forjar la reciedumbre o una amenaza al celular para acostumbrarte a vivir la confianza. Nada como la alegría de saber que tu entrevista ayudó a un ser humano a salir adelante o que simplemente tu presencia colaboró con impartir justicia a un débil. Nada como tratar directamente con una fuente que te suelta datos, para darte cuenta de la importancia de la prudencia en este oficio. Pero de ahí a pensar que porque sales a la calle, sabes de todo, hay mucha distancia.

Eso es lo que me choca. Porque me parece mediocre reducir  el conocimiento de la realidad a una experiencia callejera. Porque me parece despreciable que muchos crean que saben más porque les contaron más que al otro, y no hayan agarrado un solo libro a lo largo de su carrera periodística. Porque no me cuadra que una aproximación a la realidad, amplia, serena y reflexiva, sea despreciada por aquellos que prefieren que alguien les cuente «cómo fueron las cosas», y encima ufanarse. Porque no creo que sea mejor periodista aquel que hace llorar o carajear a su entrevistado solo para tener una imagen. Porque no entiendo cómo los lentes oscuros, el saquito, la corbatita rosada  y los zapatos de moda, han reemplazado a la necesidad de tener siempre una hondura particular para entender cada proceso de la vida humana. Porque no entiendo qué rayos hace en la calle un periodista con un micro en la mano si la única pregunta que tiene en la boca es «¿cuántos beneficiados tiene su proyecto?» y luego salga bien pechugón diciendo «este tío no sabe nada».

Esos son a los que se les hincha el pecho cada vez que alguien les da un off the record. Son los que alucinan saberlo todo y creen (y hacen creer) que su mar de conocimientos tiene tanta profundidad como el oceáno pacífico, cuando su dolorosa realidad es que su cerebro concentra tanto saber como agua tiene un charquito que no les cubre ni la planta de los pies….y no quieren reconocerlo…y por eso se amparan en el dato que les dieron a la vuelta de la esquina para sentirse respetados.

Felizmente, también hay de los otros…gracias a Dios por eso.


Luchando contra el hijo de la mujer vaca

14 septiembre 2009

quioscoSuelo recorrer puestos de diarios del centro de la ciudad para medir la venta del periódico que dirijo.  En los lugares en los que aún puedo hallar un ejemplar me pongo detrás de quienes leen las portadas, esperando recoger algún tipo de dato que me ayude a entender mejor al lector de diarios arequipeño.

Había una señora con su hija. La dama bordeaba, según mi cálculo, los 50 años. La hija, una adolescente de 13 o 14 años, no paraba de hablar sobre lo que El Trome o el Popular le decían. Hice lo siguiente: me asomé lo más que pude a la portada de mi periódico, a ver si se interesaban. «Mira mami, podemos sufrir anorexia», dijo la niña, leyendo lo mismo que yo. «A ver», respondió la madre, un poco asustada. Leyó el título principal de la portada, llevándose la mano a la boca: «El 20% de adolescentes presentan conductas de riesgo». Terminó de leer y se dirigió al señor que vendía los diarios.  Pensé que iba a comprar Encuentro. «Me da un chino, por favor», pidió la señora

¡¡¡¡Oe qué!!!! Desesperado, comencé a buscar la portada de El Chino de ese día hasta que la encontré: «Sacrifican al hijo de la mujer vaca«.

Me sentí derrotado. Creí que ese no iba a ser un buen día, periodísticamente hablando. Luego, regresé a mi oficina, encontré varios de mails de gente  que nos lee con denodado placer, otros que nos dicen que coleccionan nuestro periódico y no lo usan de limpia vidrios o envoltorio de cerámicas, y otro tanto que quiere colaborar con Encuentro. Respiré, miré hacia adelante, le di gracias a Dios por ellos y renové mi decisión de seguir luchando por hacer del periodismo un mejor lugar para trabajar.

Así que, muy a pesar de algunos comentarios, me pondré mi capa, tomaré espada y casco, y saldré a las calles a seguir luchando contra «el hijo de la mujer vaca».


Michael Jackson y los periodistas

6 julio 2009

Tomado de Slate Magazine

Tomado de Slate Magazine

En el blog del Centro Knight para periodistas leí una interesante reflexión sobre porqué los periodistas siguen hablando de Michael Jackson. El autor es Jack Shafer, crítico de medios de la revista Slate

(…) dice que nunca entrevistó al Rey del Pop, por lo que es “uno de los pocos periodistas en el mundo que no pudo sacar provecho de la muerte del cantante la semana pasada con una nota sobre mi encuentro con él”. Shafer plantea que muchos reporteros han escrito notas sobre momentos tan fugaces como el haberle hecho una sola pregunta a Jackson (P: “¿Cuándo irás a África?”. R: «Espero que pronto») o haber tenido la promesa de una entrevista con el músico, sin que nada se concretara… en 1987.

“Sólo en su muerte la excentricidad de Jackson recuperó su poder e hizo que los periodistas volvieran a sus viejas notas de apuntes y recortes para encontrar detalles banales sobre Jackson. La lección aquí es que cuando la muerte llega en forma inesperada, los periodistas tendemos a dejar de lado nuestros estándares y ahogamos a nuestros lectores con mentiras piadosas y banalidades sobre el difunto. Y la gente lo lee todo”.

Y si trasladamos la misma reflexión al caso Alicia Delgado, qué diríamos.