Foto de antaño. Las letritas las puso el gordo.
Eran las nueve de la noche de algún un día del 2003 que no recuerdo. El carro honda granate del gordo Lino hizo sonar su bocina en la puerta de la casa de mi mamá. Yo, todavía era soltero. Debo decir que cuando mi mamá y mi hermana escuchaban esa bocina, siempre suponían que algo malo podía pasar. Y, en verdad, esa vez, razón no les faltó.
Dentro del auto estaba toda la banda: el gordo Lino, un ancho sujeto de ojos medio verdes y peinado de Daigoro, al que sus hermanas llamaban, yo no sé porqué, Yoni; era (es) mi amigo de toda la vida, al que más quiero y extraño, colega de alegrías y penas -hemos vivido tanto- gran cómplice en una que otra barbaridad juvenil. El gallo Omar, un alegre y sufrido flacuchento pelirrojo de moral ligera. El negro Billy, un noble chuquibambino gustoso de dormir concluido el segundo pisco sour y, oh sorpresa, el amigo Deyby, un viejo zorro de aventuras colegiales muy parecido al oso Búbu, el sobrino de Yogui, y que era conocido entre los amigos de colegio como pulman, pues de chiquito no podía pronunciar walkman.
Deyby tenía una enamorada que, acabadita de cumplir 18, había resultado embarazada. Él era el padre.
– Toy preocupado, huevones -Nos dijo
– Tranqui, causa, todo va a salir bien -Calmó el gordo Lino, que ya conocía la historia.
– Cuenta pe causa ¿qué está pasando? -Presionó Omar
Y allí comenzó todo.
Deyby había ido a blanquear la situación con los papás de la chica. Estos no entendieron razones. El aborto era la opción. Como si el insano orgullo de un par de viejos y una hermana, se podía resarcir matando a un inocente.
El pobre Deyby se fue de la casa, con la cabeza gacha y sus esperanzas torcidas. La presión lo mataba. Las uñas no eras suficientes porque los nervios lo empujaban a comerse los pellejos que le quedaban en sus morenas manos. Estaba ido. Sus ojos estaban apagados. Todavía recuerdo esa mirada perdida, roja de tanto llorar. Le dijimos que se quede tranquilo. Que no se desespere. Que no haga tonterías. Que nada malo iba a pasar. Que rece. Y eso hizo. Y se calmó.
Esa noche, la conversación terminó después de la media noche.
LA LLAMADA
Pasaron unos días y, la tensa calma que rodeaba la vida de búbu, se rompió con una llamada.
– Me trajeron a Corire, estoy aquí hace una semana.
Era Rosa, la enamorada embarazada.
– Qué haces ahí -contestó Deyby.
– Me trajo mi hermana. Estoy trabajando en un casino y el domingo me llevan donde la partera para que aborte -Confesó asustada.
Era un viernes por la tarde.
EL OPERATIVO
Enterados de esto convocamos una reunión en la casa de Deyby, ese mismo viernes a las 9 de la noche. Nos juntamos el gordo Lino, el gallo Omar, el negro Billy y yo. Y llamamos de refuerzo al loco Gonzalo. El primer punto a tratar…la comida. Nadie había probado bocado alguno.
Superado el impase, retomamos el tema. Había que evitar el aborto. Entonces, yo no sé cómo, comenzamos a armar el plan Corire, que debía observar varios aspectos:
1) El tema legal: Si habíamos de rescatar a Rosa, tendríamos que tener la certeza de que ello no podía parecer un secuestro. Como yo era el periodista, vieron en mí lo más parecido a un abogado.
– ¿Es mayor de edad? -pregunté
– Sí -respondió Deyby
– Y que garantías hay de que se quiera venir contigo -agregé para ver si Búbu tenía certezas
– Todas -respondió
2) El factor tiempo: Teníamos la información de que Rosa salía del casino a las 12 y se demoraba unos 10 minutos en llegar a la casa de su hermana. La delegación debía llegar a Corire a las 11.45 y salir en el bus de las 12.10.
– Hay carros a esas horas -preguntó Omar.
– Salen a cada rato los Del Carpio -contestó Deyby
Entonces diseñamos el plan. Los elegidos debían salir a las 8 de la mañana de Arequipa para llegar a las 11 y algo más. Esconderse tras los árboles de la plaza y esperar las 12. De allí en más no habría besitos ni abrazos. Era recogerla y subirse al bus.
3) La protección del «rehén»: Entre Corire y Arequipa hay casi cuatro horas, tiempo suficiente para que los padres de Rosa se enterasen de lo que había pasado. Podía suceder cualquier cosa en el trayecto y a la llegada.
– Debes decirle a la Rosa que en todo momento diga que se viene solita. Tu no te sientes con ella en el bus -Le dije a Deyby.
– ¿Ni un ratito? -Preguntó nuestro Búbu enamorado, al tiempo que Omar le metía un lapo de antología
– No escuchas, imbécil. Ni un ratito -Le gritó.
– Luego, aquí, hay que tramitar en la cómica (comisaría) de Simón Bolivar, una denuncia, porque allí trabaja mi tío, y en la gobernación de Paucarpata debemos solicitar garantías para la vida de Rosa e impedir que sus papás se acerquen -Les propuse.
– Ya huevas, eso hacemos -asintieron todos.
4) La logística: O sea la plata.
– Oe, alguien tiene plata para esto -preguntó Gonzalo.
– ¡No jodas pe loco! -gritamos varios
Tema resuelto
5) Había que elegir a los viajeros: Alguien propuso que no viajara Deyby. Pero como a este gil lo habíamos conocido terco y espeso, pudo más el deseo de que nos deje de molestar que la razón misma. Los otros dos elegidos fueron Lino y Omar.
Y así emprendieron el viaje. A las 7:30 de la mañana del día siguiente, Lino, Omar y Deyby, estaban en la puerta de mi casa. Bajamos por toda la avenida Avelino Cáceres hasta llegar a la cochera de Transportes Del Carpio. A las 8 de la mañana, tal y como estaba previsto, salieron para Corire.
Unas tres horas después arribaron a la capital del camarón para hacerse de la presa.
Era medio día. Rosa salió del casino y caminó unos pasos hasta encontrarse con Deyby en la plaza principal. En una bocacalle esperaba Búbu ansioso. El plan no contemplaba besitos pero a ese pata no se le podía pedir que se aguante. Miró a Rosa y no se contuvo. Ni les pidió permiso a sus acompañantes. Corrió a su encuentro y se besaron. Atrás quedaron el gordo y el gallo, riéndose del Búbu enamorado. Pronto partieron para Arequipa sin problema de por medio. Luego de 8 meses nació Camila.
Fue la última gran travesura que hice con mis amigotes. La vez que nos unimos para salvar una vida. Me sentí como aquellos que llevaron al amigo paralítico y lo bajaron por el techo de la casa para que Jesús lo cure. Es el poder de la amistad. Del saberse unidos en un mismo ideal. Es la fuerza del amor fraterno por el prójimo en desgracia. Fuerza que sólo viene de Dios y en Él encuentra su sentido. La única denuncia que pesa sobre nosotros es la de haber permitido un embarazo y de ser los responsables de que hoy Camila le saque babas a sus papás y sus abuelos. También los hace renegar, pero eso es lo de menos.